creo que va siendo hora de despedirme de ti.
Hemos pasado muchos años juntas
—muchos daños—,
pero creo que ya es el momento:
ahora me toca ser feliz.
Lo siento, perdóname pero termino contigo,
perdóname por dejarte así,
y por decirte así que lo nuestro se ha acabado.
Perdóname, pero he conocido a alguien;
he conocido a un ángel
que me ha enseñado lo bonito que es sonreír.
No te olvidaré, te lo prometo.
Y es probable que de vez en cuando vuelva a buscarte,
que vuelva a acurrucarme entre tus brazos.
Pero será sólo temporal,
para recordarte y saborear la más profunda amargura
que aguarda el interior de tu ser.
Y volveré a darme cuenta y huiré de ti,
correré en la dirección opuesta a tu cuerpo
y seré feliz.
Que tu cuerpo es adictivo, pero el suyo más:
el suyo es una droga a la que llamar hogar.
Por eso ya no tiene sentido:
ya no me quedo contigo.
Adiós, Tristeza.
Hasta más ver.
Tristeza...
ResponderEliminarLa única diosa a la que uno no decide adorar, la única a la que uno no decide dejar.
Inesperadamente llega como un ladrón en la noche y se instala en lo mas profundo de tu ser, poco despues germina, oprimiendote el corazón y, poco a poco, con sus malas artes, te enseña, te demuestra, que no puedes vivir sin ella.
Un buen día, nos revelamos y la derrotamos, o eso creemos, pues ella misma se retira robandonos parte de nosotros, que ilusos, creemos vencerla. Más espera ella cauta y paciente a que brote su semilla y nos subyugue en la dulce relación parasitaria que es la depresión.
Y aunque hablo desde un momento luminoso, se que albergo una semilla de tristeza en el corazón, y que la unica forma de sobrevivir a ella, es fluir los dos como uno solo, no dejar que cuando brote, sus raíces me claven al suelo, sino enseñarle a caminar para nunca detener mi paso.