martes, 30 de diciembre de 2014

No me dejes decirte adiós

Lo que me jode es saber que te necesito, que me muero por dentro si no estás conmigo. Que lloro cada día porque ya no eres mío, porque te he perdido. Ya no sonrío, porque contigo se han ido los motivos para hacerlo.

Y es que anoche soñé contigo; con nosotros. Soñé que nos volvíamos a querer como el primer día, que nos besábamos sin ser conscientes de que algún día todo acabaría... Y parece ser que ya está acabando.

Todo tiene un fin y lo supe desde el principio, pero perdí el norte cuando probé tus labios. Y se me olvidó todo. Sólo existíamos nosotros dos en mi mundo, abrazados bajo la lluvia, riéndonos, besándonos,... Soñando que todo esto duraría por los siglos de los siglos, y que siempre estaríamos juntos: tú a mi lado y yo al tuyo.

Una incesante tormenta ha abarcado mis días desde que no estás a mi lado. Por muchos días que haya soleados, para mí ya sólo hay lluvia ocultando mi llanto. Y me paso las horas de tormenta leyendo el libro que relata nuestra historia o, al menos, intentándolo, porque no soy capaz de leer qué sigue después de esta página, y es que ¿cómo voy a pasar página si ni siquiera soy capaz de leer la siguiente línea?

Simplemente todo acabó. Tú te fuiste por un camino y yo por otro, pero tú te llevaste un pedazo de mí sin darte cuenta y yo me llevé un esbozo de tu sonrisa.

Y por mucho que quiera saber por qué camino te fuiste, en qué kilómetro te quedaste, por favor, no me lo digas. Porque sé que si me lo dices iré a buscarte. Y necesito saber si hay vida después de perderte.
Pero es que, ¿cómo voy a decirle adiós a quien un día quise en mi vida para siempre?

viernes, 28 de noviembre de 2014

Microcuento III

Le veía a través de un cristal.

Puse mi mano en el cristal, él puso la suya. Acerqué mis labios, él los suyos. Nos besamos a través del cristal. Se sentía frío, sí, pero eran mucho más cálidos ésos labios que ni siquiera alcancé plenamente a rozar, que los de cualquiera que me hubiera besado antes.
Él me amaba, yo le amaba. El cristal nos separaba, pero el amor era real.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Microcuento II

Ella estaba entre dos chicos, no podía decidir a cuál quería más. Uno de ellos, enojado, dijo: Besa a quien quieras más. Ella, acercándose a un espejo, besó su propio reflejo.

Microcuento I

Él la abrazó con todas sus fuerzas, hasta que logró recomponerla encajando todas sus piezas. Ahora ella está completa.

domingo, 1 de junio de 2014

Recuerdos inexistentes

Me recuerdas a ese relato que nunca llegué a escribir, a esa canción que nunca llegué a cantar ni oír. Me recuerdas a ese aroma que nunca olí, a esa sonrisa que nunca vi. Me recuerdas a ese precioso lugar al que nunca fui.

Y es que te he soñado tantas veces que ya no recuerdo qué es aquello que realmente viví, qué hubo junto a ti.

Me recuerdas a ese poema que nunca recité, que nunca tuve ocasión de leer. Me recuerdas a esos labios que nunca besé, a esa fruta prohibida que nunca probé. Me recuerdas a esos brazos que nunca rodeé, ese cuerpo al que nunca abracé.

Y es que te he soñado tantas veces que te sigo queriendo más que a nadie, más que a alguien.

Me recuerdas a esa triste melodía que nunca llegué a entonar, que nunca llegué a cantar. Me recuerdas a esa risa que nunca llegué a escuchar. Me recuerdas a ese sueño que tuve un día, a esa aspiración llamada "felicidad".

Y es que te he soñado tantas veces que sólo te quiero achuchar, sólo te quiero admirar.

Me recuerdas a esas falsas promesas que me hicieron, a esas falsas esperanzas que me dieron. Me recuerdas a esa melancolía que tengo, de la cual no me libro ni queriendo. Me recuerdas a las lágrimas que mis ojos tragaron, que junto al orgullo fue derramado.

Y es que te he soñado tantas veces que sólo sé sentir tu anhelo, sólo sé que te quiero.

viernes, 30 de mayo de 2014

Duendes, unicornios y drogas II.

He vuelto para contaros cómo me va en un mundo plagado de duendes y cadáveres.
Aunque ya sé que os importa una mierda.
PERO OS JODÉIS Y OS TRAGÁIS MI VIDA.


[En capítulos anteriores...: Quemé a toda mi familia porque me lo dijo el duende Pequepenefósforo. También robé cosas, porque me lo dijo también y robar mola, es divertido. Igual que matar. Son los placeres de esta vida. Maté a todo el mundo y luego lo dominé junto con el duende, porque sí, porque podemos. Y lo repoblamos. Pero maté a nuestros hijos, eran feos. Me pegué un tiro y desperté en un hospital. Maté enfermeras y las violé. Me monté una orgía con sus cadáveres y con el duende. Maté al duende y me fui por ahí. Me encontré con varios duendes. Los maté a todos. Menos a uno que me dio droga. Luego conocí a Pablito, creo que tenía un fetiche con los clavitos, le clavé uno y me dio las gracias. Le pegué una paliza y murió de la emoción. Fin.]




Seguí vagabundeando por ahí en busca del duende que me dio la droga. Me gustó. Y a los duendes a los que se la vendí, y les maté antes de que la probasen, parece ser que también. Matar duendes antes de que se droguen es divertido, se frustran.
Más tarde me encontré con Pablín, parece ser que era el hermano gemelo de Pablito. Le pegué. No le hizo gracia y me pegó. Tuve que matarle, me tocó con sus sucias manos de niño con hermano fetichista de clavos. Malditos críos. Estas cosas no deberían estar permitidas.

Vi a un duende cantarín. No paraba de decir "Niños, niños; futuro, futuro". Le pregunté qué le pasaba, parecía que era retrasado. Me dijo que los niños eran el futuro de la humanidad y me empezó a echar una charla. Me aburrí y me dormí. Cuando me desperté estaba el duende durmiendo en bolas. Le di una colleja y le pinté un pene en la cara. En la espalda le escribí "kick me, I'm gay". Se despertó y se salió a la calle. Sí, salió a la calle en pelotas. Todo el mundo le iba pegando, era gracioso porque él no entendía nada.

Luego vi un pitufo verde. Mi infancia me dolió, yo creí que los pitufos eran azules. Snif. Según parece, era verde porque estaba salido. Le pegué una paliza y, moribundo en el suelo, se empalmó. La tenía pequeña, como era de esperar. Se la corté y aún quedó más pequeña, él lo llamó "hacer una circuncisión". Yo lo llamé diversión.

Me fui de allí y me encontré a Pequepenefósforo. Creí que le había matado. Estúpido duende, no hay forma de librarme de él. Pero no me reconoció y había encogido, a lo mejor era su hijo. Quién sabe. Le maté, por recordarme a Pequepenefósforo. Fue gracioso. Resulta que estaba casado y su mujer me pegó. Era una mujer, así que no podía pegarle y... Le toqué las tetas. Luego se las corté y las puse en la pared de mi casa. No sé de dónde he sacado una casa, pero tengo una. Quizá se la robé a alguien. En cualquier caso, su mujer murió desangrada y resultó estar embarazada y el bebé sobrevivió. Me lo tuve que quedar, me daba pena. Lo cuidé como si fuese mi hijo, le pegaba todo el día.

El niño ya tenía cinco años y le enseñé el oficio. Ya violaba y mataba por su cuenta. Me llena de orgullo y satisfacción este crío.— Un día llegó a casa y trajo un unicornio para comer, pero aún estaba vivo. Quería matarlo delante de mí para que me sintiese orgullosa de él y viese como trabaja, aw. Mi criajo es muy mono.


FIN.
POR AHORA.

lunes, 5 de mayo de 2014

Esclava del papel

Me hallo frente un papel el cual no sé cómo se supone que he de llenar. Tengo la sensación de que ha de ser con palabras, lo presiento. Lo necesito. Necesito llenarlo con palabras. Sé qué he de escribir, pero no sé el qué.

Me siento como como si fuese una necesidad vital para mi ser. Me siento vacía si no escribo, no hay nada más que me llene. Quiero escribir las veinticuatro horas del día, pero la inspiración no acude a mí.

¿Acaso soy una esclava de las palabras, de la escritura? ¿Una esclava de la tinta? ¿Una esclava del papel?

Siento que dependo de ello. Sin embargo es estúpido. ¿Cómo voy a depender de un mísero trozo de papel y un poco de tinta? Es una chorrada. Pero sin embargo cada día que pasa lo necesito más y más. No soy capaz de pensar en otra cosa; sólo quiero escribir hasta que me sangren los dedos, escribir hasta el fin.

Las palabras vienen y van, pero muchas, la mayoría, no se quedan y no me dejan escribirlas. Y me quedo en blanco. En blanco como este papel que tengo justo en frente, esperando a ser llenado con palabras y maravillado por la elegancia de éstas.

Pero no es más que un papel. ¿Cómo puede causarme tanta dependencia? Sin mí sólo es un trozo de papel en blanco más, sin valor. Y sin él yo... Sin él yo sólo soy una persona más. Sin talento ni aspiraciones. Una persona vacía.

Él depende de mí.
Yo dependo de él.
He de llenarlo con palabras para sentirme alguien.
Soy una esclava del papel.

lunes, 6 de enero de 2014

Caída

Cayeron y cayeron hasta que todos murieron.

Cayeron de la cuerda floja por la que iban día tras día. Cuerda por la cual caminaban, intentando esquivar los obstáculos que se les presentaban. También los golpes y todo aquello que la gente les tiraba. Esa misma gente, con sus malditas y dolorosas palabras y sus golpes, entre otras cosas, provocó que cayesen.

Cayeron cuando no pudieron soportar todo eso más. Demasiados años soportando lo mismo, y sin que nada cambiase para bien. Caminaron años en esa cuerda floja, pero a pesar de que algunos permanecieron allí décadas incluso, nada mejoró para ninguno. Seguían siendo linchados por la muchedumbre, y ellos ni siquiera sabían la razón por la cual eran repudiados por todos. Sin embargo, muchos pasaron casi toda su vida en esa cuerda, intentando seguir adelante esperando a que un día todo mejorase.

Cansados de luchar, se detuvieron en esa cuerda floja por la que vagabundeaban y, al ser golpeados, cayeron de la cuerda. Algunos, perdieron la fe, otros, la vida. Éstos últimos cayeron al vacío, una puerta directa a la desesperación, desesperación que provocó que terminasen con su vida, buscando con ello dejar de sentir, porque lo único que sentían era dolor. Los otros, pese a haber perdido la fe, intentaron recuperarla y seguir luchando. ¿Lo consiguieron? Quién sabe. Tal vez algunos sí, tal vez otros se precipitaron al vacío también. Pero algo es seguro: Todo el mundo se cansa de luchar en vano. Unos antes, otros después, pero todo el mundo se cansa.

Cayeron todas esas personas que no pudieron superar su estado, que no vieron la luz al final del túnel, que no veían solución posible para todo aquello que les dañaba. Aquellas que no vieron solución para todas esas palabras y pensamientos que les causaban más dolor que romperse cada hueso del cuerpo.

Creyeron estar condenados a vivir sufriendo, así que se rindieron, y cayeron.
Cayeron dentro de aquel agujero negro, del que ya no podrán volver a salir jamás.