Le veía a través de un cristal.
Puse mi mano en el cristal, él puso la suya. Acerqué mis labios, él los suyos. Nos besamos a través del cristal. Se sentía frío, sí, pero eran mucho más cálidos ésos labios que ni siquiera alcancé plenamente a rozar, que los de cualquiera que me hubiera besado antes.
Él me amaba, yo le amaba. El cristal nos separaba, pero el amor era real.