domingo, 28 de agosto de 2016

Microcuento IV

Si fueras tú un iceberg en mitad del océano,
sería yo el barco que iría a chocar contigo
con tal de hundirme a tu lado.

domingo, 21 de agosto de 2016

Para qué escribirte

Quizá a ti no te escrito nunca,
pero eso es porque tú lo sabes todo.
Tú sabes qué pienso de ti,
y sabes, a medias, qué siento
—porque a medias es cómo lo sé yo—.
No me pidas más:
con saber eso te basta.

Y es que tú sabes que no lo tengo claro:
que me has desordenado lo que siento,

Y, por si acaso, te advierto:
luego no quiero lamentos.

Es irónico decirte esto así,
ya que debes estar leyéndome
y yo estoy aquí:
dándome el lujo de escribirte
para decirte que no necesitas leerme,
porque tú sabes justo lo que necesitas saber sobre mí.

Así que explícame
por qué debería escribirte.

domingo, 7 de agosto de 2016

Carta a Tristeza

Querida Tristeza:
creo que va siendo hora de despedirme de ti.
Hemos pasado muchos años juntas
—muchos daños—,
pero creo que ya es el momento:
ahora me toca ser feliz.

Lo siento, perdóname pero termino contigo,
perdóname por dejarte así,
y por decirte así que lo nuestro se ha acabado.
Perdóname, pero he conocido a alguien;
he conocido a un ángel
que me ha enseñado lo bonito que es sonreír.

No te olvidaré, te lo prometo.
Y es probable que de vez en cuando vuelva a buscarte,
que vuelva a acurrucarme entre tus brazos.
Pero será sólo temporal,
para recordarte y saborear la más profunda amargura
que aguarda el interior de tu ser.

Y volveré a darme cuenta y huiré de ti,
correré en la dirección opuesta a tu cuerpo
y seré feliz.
Que tu cuerpo es adictivo, pero el suyo más:
el suyo es una droga a la que llamar hogar.
Por eso ya no tiene sentido:

ya no me quedo contigo.


Adiós, Tristeza.
Hasta más ver.