viernes, 16 de junio de 2017

Fuera armadura

Salí a la calle un día cualquiera de diciembre,
con mi armadura equipada, impenetrable.
Y fue entonces cuando apareciste tú
y provocaste un pequeño rasguño en mi armadura,
haciendo que se resquebrajara.

Y quién me iba a decir que en febrero
acariciarías mi armadura
y se empezaría a deshacer en tus dedos.
Y que con el tiempo lograrías romperla,
y me vería desnuda frente a ti.

(Desnuda...

            ...pero segura.)

Ahora me veo vulnerable
pero, si es contigo, no me importa.
No me importa; has supuesto un cambio,
una mejora, una alegría:
felicidad.

Que si es contigo,
haría cualquier cosa.
Porque todo vale la pena
si eres tú quién me coge de la mano.

No dudaría en saltar al abismo
sin paracaídas, sin seguro de vida, sin nada,
si así tuviera la certeza
de que tú correrías detrás mío
a cogerme antes de que caiga.

Que sí, que hablo mucho y digo poco,
y me repito sin parar:
pero porque no hay suficientes palabras en el diccionario
para explicarte cómo me haces sentir,
para explicarte que me pasaría la vida entera en tus brazos.

Perdóname por decirte que te quiero,
perdóname por ser así.
Es que me has quitado la armadura
y perdóname, pero no puedo evitarlo,
creo que me estoy enamorando de ti.

Y es que perdóname,
pero sólo tú me haces sentirme desnuda,
desnuda y vulnerable,
vulnerable pero protegida,
protegida y segura.

De verdad que debes perdonarme
y debes ser consciente de que todo esto es tu culpa.
Tú me has roto la armadura,
tú eres el culpable
de que yo me esté enamorando.