Han pasado incontables inviernos,
incontables y frías soledades
plagadas de tu ausencia;
que no te engañe el calendario
que dice que aún no ha pasado un año
desde que pasamos a no ser nada
habiéndolo sido todo.
A veces el murmullo de tus «te quiero»
sacude las hojas de los árboles,
y con una ráfaga de viento
invade mi cuarto,
desordena mi vida,
me rompe las costuras,
y reabre mis cicatrices.
El reloj marca la misma hora que cuando te fuiste,
ese día en que el invierno entró de golpe en nuestras vidas
congelándolo todo a su paso.
Congeló incluso el tiempo,
porque desde ese día
-al menos para mí-
sólo ha habido invierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario