Se acerca el día.
Cojo el teléfono
y marco el número de besos que debí haberte dado
cuando aún no te había perdido.
Te propongo volver a sonreír
fundiéndonos en un abrazo,
mirarnos a los ojos y poder decirnos mutuamente
«ya no me haces daño».
Eso debió haber pasado.
En lugar de eso
nos vamos en direcciones opuestas
a emborracharnos de nostalgia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario